Posteado por: vidagrata | 2 marzo, 2010

El arte de la contemplación (Primera parte).

 

 EL ARTE DE LA CONTEMPLACIÓN

(Primera parte)

Gracias a ese temperamento desprevenido que me ha acompañado desde la infancia, con mucha frecuencia acostumbro detenerme para observar las distintas imágenes que desfilan ante mis ojos en esta sugestiva pasarela de la vida. Realmente creo que por causa de esa actitud contemplativa, con mucha frecuencia me quedo aletargado mirando cualquier imagen cotidiana a la que nadie le concedería importancia, pero que no obstante su simplicidad y aparente inutilidad, sin duda me permite sumergirme en un mar de reflexiones y consideraciones que al final de cuentas suelen resultar muy divertidas. Un buen ejemplo de ello lo constituye la experiencia que pude vivir en la tarde de hoy, cuando quise desplazarme al supermercado para cumplirle una promesa a mi apetito, toda vez que me venía mortificando el obsesivo anhelo de saborear con todo el agrado unas apetitosas ciruelas pasas, pues últimamente estas arrugadas y morenas frutillas se han convertido en mi golosina principal, después de enterarme sobre su prodigiosa capacidad para humillar y ahuyentar a las inoportunas toxinas que constantemente asedian y profanan el templo corporal. Una vez inmerso en esa enorme bodega atestada en sus estantes con cajitas, frasquitos, bolsitas, enlatados y toda suerte de cachivaches, me dirigí al lugar donde las ciruelas pasas me esperaban impacientes y después de verlas brincar de la felicidad dentro del paquete, me aprovisioné de dos bolsas para complacer sin economía mi capricho. Una vez cumplido este objetivo, recordé que mi apartamento no disponía del espacio suficiente para tener una vaca, por lo cual me fui en busca de una bolsa de leche, la que después de tener en mis manos, pude leer en su envoltura que en la pasteurizadora le habían ordeñado el dulce para conferirle la especial investidura de leche deslactosada. No obstante que yo fui destetado hace muchos años, la lechita siempre me hace mucha falta para preparar la cocoa del desayuno, a la que siempre le agrego un poquito de semilla de linaza molida, con la cual le doy licencia al Omega 3, para que pueda barrer con toda confianza el colesterol de mis arterias, pues parece que es la mejor manera de proteger el sistema cardioafectivo de un eventual paro laboral en su actividad propulsora de la sangre. Así pues, con las morenitas ciruelas y la blanca leche depositadas en la canastilla, me dirigí al cadalso en el que la cajera me aguardaba para guillotinarme el bolsillo. El camino de regreso a casa siempre me ha resultado muy agradable, toda vez que debo recorrerlo a través de un parque muy concurrido por árboles frondosos, en su mayoría vetustos y gigantes, en medio de los cuales un sendero recto con miles de adoquines parece conducirme a la vida eterna. A cada lado del sendero unas sillas tapizadas por la intemperie, albergan a personas de la más heterogénea condición gesticular. De momento veo a una pareja de ancianos con las arrugas bien peinadas y desgranando en su camándula de recuerdos la cuenta de sus años, al tiempo que un centenar de palomas recibían de su mano los granitos con los que se nutre la resignación. Más adelante y de una manera bien protocolaria, un perrito de fina estirpe canina se aproximó a un árbol para levantar sin mucha dificultad su patita trasera, permitiéndole a su sistema urinario ejercer con la mayor solemnidad su ritual depurativo. Sigo caminando y observo un grupo nutrido de mozalbetes libidinosos que departían en abierta francachela y grotesca carcajada, uno de los cuales exhibía una densa dentadura apenas comparable con la persiana de un Chevrolet 54. Nuevas imágenes se siguen sumando en mi trayecto a casa, entre las cuales también llamó mi atención, una pareja de jóvenes y melosos enamorados, caminando aletargados mientras se abrazaban en una forma bien tentacular. Al pasar por su lado, los párpados caídos del pretendiente no ocultaban su talante seductor, en tanto que las mejillas ruborizadas de la princesa resultaban bien condescendientes. En eso fui llegando al edificio que alberga mi querida madriguera y después de rebasar la puerta que la protege del mundo exterior, descargué los paquetes en la cocina y me dirigí luego a la sala para derrumbarme en un sillón mientras saboreaba con toda devoción un par de ciruelas, en tanto que mi cerebro se regocijaba pensando en ese cúmulo de imágenes que habían transcurrido por mi vida y fue entonces cuando pude liberar un profundo suspiro mientras pensaba con clara certidumbre… cuán maravilloso, estimulante y bonito es el arte de contemplar. En realidad son tantas las ocasiones en las he podido observar detenidamente imágenes de tan heterogénea condición… he contemplado la naturaleza en todas sus manifestaciones y también he levantado mis ojos en esas noches de luna esplendente para vislumbrar la magnificencia del Universo. He contemplado con interés supremo el vuelo magistral de las aves, el contoneo de los peces, la convivencia de los insectos y de tantos animales que buscan a diario su sustento. He contemplado las plantas que en su maravillosa diversidad, se desarrollan en ese culto por el equilibrio natural. En verdad todo lo contemplo porque soy un eterno enamorado de este planeta que nos fue entregado para su custodia y preservación, justamente por el artífice de todo lo creado. Contemplar es degustar la savia de la vida para que germine el sentimiento… es detener el tiempo para comprender la verdadera esencia de las cosas… es utilizar los ojos para nutrir el alma con el elíxir del color y de la forma. Pero bien lejos estaba yo de imaginar mi proximidad a una de las más excitantes y arrobadoras imágenes, a la que mucha gente, por no decir todo el mundo, con tanta frecuencia teme contemplar. De esto les hablaré en la próxima entrega… no se la pierdan… aquí nos vemos de nuevo.

 

Mauricio Bernal Restrepo.

Bogotá, Colombia.

Ilustración: Chris Wallace.


Respuestas

  1. Un poquito demorado en responder porque se me infartó el computador, pero afortunadamente ya el problema quedó solucionado y aquí estoy de nuevo.

    Reconforta mucho mi querida Fugacita saber que tienes esa sensibilidad para apreciar tantos detalles con los que nos enfrentamos a diario… sólo quien tiene y conserva esa actitud contemplativa, sabe muy bien el privilegio que le acompaña, porque esa buena costumbre siempre torna la vida más amable, al tiempo que permite entender en mejor forma este milagro de la existencia.

    Un fuerte abrazo,

    Mauricio.

  2. A menudo hablando con mis amistades lo reconozco sin ningún tabú, yo me entrengo mirando lo más mínimo que pueda cruzarse en mi camino, y me da igual que otros me tomen por tonta (que lo hacen) o por medio loca (también lo dicen) pero qué mejor deleite que degustar todos y cada uno de los pasos que hacemos a diario, llenarlos con la imágen de todo aquello que vemos y que a los ojos de los demás parecen invisibles, qué pena me digo yo de algunos, qué lástima que no pudieran observar aquella nube, o aquella flor, aquellos ancianos, aquellas muchachas…. Me encantó tu post, casi diría que iba paseando en tu agradable compañía deleitándome con todo aquello que nos describes con tus siempre acertadas y hermosas palabras.

    En espera de una segunda parte andaré por aquí.


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